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Prefacio

A propósito de tiempos tan inciertos en materia de defensa de derechos y justicia a nivel global, en especial para las mujeres, urge la necesidad de deconstruir ese pensamiento preeminente de la supuesta dominación masculina como un hecho natural e inherente a nuestras culturas, sociedades y sus instituciones: familia, iglesia, escuela, estado.

Cambiar este seudo paradigma implica de hecho varios desafíos para las personas, las instituciones y los proyectos de desarrollo:

  • Un punto de quiebre con la percepción tradicional, conservadora —y colonial— que tenemos de hombres y mujeres, a la par de otras identidades de género, sobre nuestro rol y función en la sociedad.
  • Cuestionar nuestro pensamiento político, nuestras normas sociales y creencias religiosas, nuestro ser y devenir; en síntesis, cuestionar nuestra propia filosofía de la vida y la existencia como sujetos sociales de derecho, artífices de nuestro propio destino e historia.
  • Persistir en la necesidad de construir una sociedad plural, democrática e inclusiva, a partir de nuestra propia realidad y diversidad cultural y desde una nueva forma de mirarnos y aproximarnos.
  • Ser capaces de desaprender para reaprender y avizorar nuevas rutas de entendimiento y relacionamiento entre mujeres, hombres y otras identidades de género del campo y la ciudad.
  • Apostar por forjar una nueva perspectiva de género transformador e interseccional en la historia, la política, la cultura, la etnia y el desarrollo territorial armónico a nivel social, económico y ambiental.
  • Ser animadores de la justicia social e igualdad de género, brindando las mismas oportunidades y condiciones a mujeres y hombres, así como su acceso pleno a los derechos ciudadanos.
  • Fortalecer los avances y esfuerzos en reconocer, valorar y visibilizar el aporte de las mujeres en los diferentes campos del pensamiento y quehacer humano, en las disímiles y complejas sociedades y culturas donde viven, incluso en las más retrógradas; y en su persistente lucha por lograr cambios sustantivos a favor de sociedades más democráticas, justas e igualitarias.

Sopesar las consecuencias de la dominación masculina como «la eternización de lo arbitrario», nos recuerda la obra del sociólogo Pierre Bourdieu y de notables pensadoras feministas resultando un imperativo moral intergeneracional que debemos reconocer y asumir frente a quienes persisten en defender el statu quo: ese orden injusto instituido que perpetúa relaciones de dominación, privilegios y que conculca derechos. ¡Sigamos pues animando nuevos sueños y consignas de esperanza por el cambio y la igualdad!

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